domingo, 5 de junio de 2016

Nuestro primer intento



Como os explicamos en el post anterior, la doctora nos envió a casa con la tarea de empezar a tomar Omifin el quinto día del ciclo menstrual. La verdad es que nunca habíamos esperado con tanta ansia que bajara la indeseable!!
Llegado el día empezamos con las pastillitas. Son muy fáciles de tomar por qué son pequeñitas, el problema es acordarse de hacerlo sin saltarse ningún día. En casa somos desastrosas para seguir tratamientos, pero por una vez, la ilusión y las ganas ayudaron, y en este caso no me salté ni una sola pastilla.
 El noveno día de ciclo, y tras haber tomado las pastillas durante cinco días, nos volvimos a dirigir a la clínica para ver los resultados del tratamiento y comprobar cuantos folículos habían madurado.
Si alguien se pregunta cómo funciona el tratamiento, explicaros que lo que hacen las pastillas es “engañar” al cerebro. Es decir, el cerebro controla la cantidad de estrógeno del cuerpo, hormona provocada por los folículos. El omifin  le hace creer que los niveles de estrógeno del cuerpo son bajos y así el cerebro envía más hormona FSH (responsable del crecimiento de los folículos) a los ovarios para generar un folículo que pueda segregar estrógenos.  De esta manera se madura más de un folículo a la vez.
Al realizar la ecografía pudimos ver que había dos folículos que habían madurado, ya que eran más grandes que el resto. Al final y gracias a las explicaciones de los médicos, llegas a entender esas imágenes en blanco y negro que recuerdan al “canal +” codificado.
Perfecto!!  Con dos folículos podíamos seguir con el ciclo e intentar una inseminación. La doctora los midió y calculó qué día estarían listos para proceder a la inseminación. Aunque la naturaleza no garantiza que dentro del folículo haya un ovulo, por norma general, cuando el folículo llega a un tamaño de 22-24mm (intervalo de 18-36mm) está listo para ovular y en su interior habrá un ovulo maduro.
Normalmente, el cuerpo es el que envía la señal a los ovarios para que el folículo se rompa y deje salir el óvulo, pero en los tratamientos de reproducción asistida todo tiene que estar bajo control médico, así que esa señal se envía de forma medicalizada (como casi todo el proceso vaya).
Pues como iba diciendo, que me lio, me lio y me voy del tema… La doctora calculó que los folículos tendrían la medida idónea tres días después, así que nos programó la inseminación para el lunes a las siete de la tarde, bonita manera de empezar la semana!!
Para acabar de madurar el ovulo, provocar la ovulación controlada y saber más o menos (ya se sabe que esto no es una ciencia exacta) que el ovulo estará en la zona idónea para fecundarse, 36 horas antes de la inseminación hay que inyectarse Ovitrelle (para no extendernos, hemos hecho un post más extenso sobre este medicamento)
Como nosotras teníamos la inseminación programada a las 17h del lunes, teníamos que pinchar el ovitrelle a las 5 de la mañana del domingo.
Quien me conoce sabe que le tengo terror, pánico, pavor… a las agujas, así que me pasé toda la noche sin pegar ojo pensando en el momento del pinchazo. Y Gina tampoco pego ojo preocupada en no dormirse. Vamos que, cuando sonó el despertador a las 4:45, estábamos nerviosas y muertas de sueño.
Gina fue a preparar todo lo necesario y entró en la habitación provista con una gasa empapada en alcohol  y el boli inyectable, lista para pincharme ella.  Me estiré en la cama, me subí la camiseta, cerré los ojos y….


Os juro que sabía que tenía que pasar por este momento y que no quedaba otra que pincharme, pero cada vez que Gina se acercaba, el pánico se apoderaba de mí.
Así que ya nos podéis imaginar, Gina a cual cirujano, manos arriba cargada con el arma, persiguiéndome por toda la habitación mientras yo iba corriendo y gritando: Espera, espera!!
Al final me acordé que un día una de mis tías me explicó que el veterinario le había pedido que le diera toquecitos en la frente al perro para poder vacunarlo sin que este se enterara. Y yo ni corta ni perezosa decidí probar ese método, a ver si en mí también funcionaba, y al igual que los perros me centraba en los golpecitos y no en la inyección.
Tengo que decir que al final le puse demasiado entusiasmo a los toquecitos y fueron algo más fuertes de lo previsto, al día siguiente me dolía bastante la frente e incluso se intuía una sombra moradita (ya sé que estaréis pensando que soy tonta, pero que le voy a hacer si me pudo el miedo…) Pero Gina pudo pincharme sin problemas y la verdad es que lo hizo muy bien!!
Ahora sólo faltaba que las 36 horas que quedaban hasta el momento cumbre pasaran rápido!!!

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