Esta vez vivimos los días de espera de una forma muy
diferente, habíamos aprendido la lección y esta vez no nos íbamos a hacer
ilusiones, aunque fueran internas y en silencio. Y la verdad es que fue una
espera muy diferente y accidentada.
Supongo que cuando pasas varias veces por lo mismo, nunca
te lo tomas igual que la primera vez. Los nervios ya no son los protagonistas
de la situación y las esperanzas e ilusiones se relajan. Así que esta vez no le
dimos mucha importancia y no estuvimos tan
pendientes del calendario. Además los síntomas de la progesterona no
fueron tan fuertes como la primera vez, o tal vez a mí no me venían tan de
nuevo… no sé.
A los pocos días de pasar por el proceso de inseminación,
vivimos una situación surrealista. Nuestra perrita Yuki desapareció una mañana
mientras la paseaban por el parque, cosa extraña, ya que es una perrita muy
dependiente que no se separa más de un metro de la persona de referencia. La estuvimos
buscando por todos lados, llamamos a protectoras, veterinarios, hicimos
llamamientos a través de Facebook, pusimos denuncia en la policía y no aparecía en ningún sitio. Cuando ya habíamos perdido la esperanza de
encontrarla, una chica nos llamó para decirnos que creía estar viendo a la
perrita. Nos dio la descripción y efectivamente estaba hablando de Yuki!!
Quedamos con la chica que seguiría a las chicas que la
llevaban y nos iría informando de su paradero hasta que nosotras consiguiéramos
llegar. Ya os imagináis las carreras y los nervios!!
Al llegar junto a la chica, Gina bajo del coche mientras
yo intentaba aparcar. La chica le explicó que habían entrado en un
establecimiento y ella sin pensárselo dos veces (los cristales de la tienda no
le permitían ver el interior) entró con la intención de recuperar a nuestra
perrita. Al entrar Yuki se le tiró a los brazos y después de un tira-y-afloja
con las “secuestraperritas” que juraban
que era suya, Gina consiguió quitarle la correa y salir corriendo con la
perrita a cuestas.
Yo caminaba por la calle intentando localizar a Gina,
cuando esta apareció ante mis ojos, al verme empezó a gritar: - Corre, Corre!!
Ya me veis a mí persiguiéndola sin saber qué pasaba y escuchando gritos detrás
de nosotras. Gina decidió entrar en el primer sitio donde vio luz y gente, que
resultó ser una carnicería, y refugiarse detrás del mostrador. Al principio la
gente no sabía que nos pasaba y se pensaban que habían atropellado al perro,
pero al ver a nuestras perseguidoras lo entendieron todo y nos ayudaron.
Después de discutir media hora larga con la “secuestradora”, amenazar con
llamar a la policía y pedir que nos demostrara que la perrita era suya (Yuki
lleva chip y está censada a nuestro nombre) conseguimos que entrara en razón y
pudimos volver a casa.
Si esta historia de nervios, carreras, discusiones,
lágrimas… no fuera suficiente, hay que sumarle que a los pocos días Gina se
puso enferma con gripe. Y aunque intenté mantenerme tan alejada de los virus y
la fiebre como pude, al final caí víctima del
catarro.
Y así, a lo tonto llegó el día marcado en el calendario,
el día en el que teníamos que hacer el test de embarazo, Yo, la verdad es que
había perdido toda esperanza en que la inseminación hubiera funcionado. Sólo
pensaba; si el ciclo anterior, que me estuve cuidando, tranquila… no funcionó.
Este, que he pasado por todo lo que he pasado es imposible!!!
Gina me pidió que me levantara y me hiciera el test con
ella antes de irse a trabajar. A mí, por culpa de la gripe, me dolían hasta las
pestañas y solo quería volver a meterme entre las sabanas calentitas. Fuí hasta el lavabo e hice pis en el potecito
donde debía meter la tira reactiva.
(Hago un paréntesis para explicaros que, el primer test
de embarazo lo compramos en la farmacia, y aunque pedimos el más barato, nos
costó 11 euros. Supongo que como salió
negativo lo encontramos carísimo. Así que para este ciclo, y con la mentalidad
puesta en que repetiríamos varias veces, compramos las mismas tiras reactivas
que utilizan los médicos para hacer las pruebas y que llevan los test de
farmacia en su interior. No son tan bonitas pero son igual de fiables y cinco
tiras nos costaron 3,5€)
Bueno pues a lo que íbamos, empapamos la tira siguiendo
las instrucciones y cronometramos el tiempo requerido. Yo al ver que no
cambiaba de color, decidí volver a la cama. Pero Gina siguió observando la
tira. A los pocos minutos empezó a gritarme que había aparecido una rayita. Al
principio
pensaba que me
estaba tomando el pelo pero al entrar en la habitación su cara me confirmó que
no estaba de broma. La rayita era tan tenue, tan tenue que casi no sé podía
apreciar. Como la cantidad de hormona HCG se dobla diariamente decidimos
repetir el test a los dos días.
Nos pasamos los dos siguientes días debatiéndonos entre
la felicidad y la duda. Aunque en las instrucciones del test explicaba
claramente que cualquier marca indicaba un positivo, no queríamos hacernos
ilusiones.
Al tercer día repetimos la operación y esta vez la rayita
apareció al instante mucho más marcada.
No nos lo podíamos creer, había funcionado!! Íbamos a ser
mamas!!
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